A los veinte años de que José de Escandón efectuara la colonización de la Costa del Seno Mexicano, nuevos cambios en la política del imperio español determinaron su remoción del mando del Nuevo Santander en 1766. Se trató de la implantación de las reformas impulsadas por la dinastía de los Borbones, con el fin de reestructurar el gobierno de sus posesiones de ultramar, de sacar mayor provecho para la metrópoli, y de asegurar su control político y administrativo. Bajo este nuevo esquema, la figura del Conde de Sierra Gorda pareció obsoleta, al ejercer su gobierno de manera patriarcalista.
Para este momento Escandón enfrentaba muchos problemas. En principio, destacaba la pugna que entabló con los franciscanos del Colegio de Propaganda Fide de Zacatecas, por la política a seguir en las misiones de los indios, al grado de abandonar los religiosos la provincia. Mantenía otro conflicto con Catarina Olvera y su hija Bárbara Resendi, representantes de los chichimecas de la Sierra Gorda, que continuamente lo acusaban ante la Corte de México, lo mismo que hacía el indio pisón Marcos Molina. Pero sobre todo, la ausencia del reparto de tierras prometidas entre los colonos del Nuevo Santander, constituía un poderoso argumento en su contra.
Con el arribo del virrey Carlos Francisco de Croix y del visitador José de Gálvez a la Nueva España, los días de Escandón en el Nuevo Santander estuvieron contados, al ser sometido a un juicio de residencia y obligado a radicar en la ciudad de México. En su reemplazo, fue designado gobernador el mariscal de campo Juan Fernando de Palacio, quien se hizo acompañar por el abogado José Osorio y Llamas, tanto para protocolizar sus actos, como para dar fe y legalidad al reparto de tierras, una acción conocida como los Autos de la General Visita, que constituyen la piedra angular de la propiedad de la tierra en Tamaulipas.
De Palacio desarticuló en un año y cuatro meses el sistema político escandoniano. Suprimió la exención de tributos y la tolerancia para aplicar las leyes de la Real Hacienda, e introdujo el cobro de alcabalas. Reglamentó las escuadras militares de la provincia y suprimió los sínodos de las misiones sujetándolos al arancel del Obispado de Guadalajara.
Igualmente dictó reglamentos para los trabajos de minería que se comenzaban a efectuar en la Sierra de Tamaulipa Nueva, dando pie al traslado de la capital a la recién fundada villa de San Carlos.
Los Autos de la General Visita en Reynosa se ejecutaron en agosto de 1767, actuando como apoderados del vecindario Juan Antonio Ballí y José Matías Tijerina y como agrimensores José María Ballí y Antonio Velasco.
Por el rey de España actuaron como agrimensores José Bernardo Gómez y José Santiago Longoria. Como criterio en la asignación de tierras se consideró la antigüedad de cada poblador, entregándose a los primeros colonos dos sitios de ganado menor y doce caballerías de tierra.
A los hijos de éstos y a los pobladores con seis años de residencia, se asignaron dos sitios de ganado menor. Al capitán de la villa se le asignó doble porción de tierra, en virtud de sus responsabilidades públicas. En total, se distribuyeron en Reynosa ochenta porciones de tierra de forma rectangular y localizadas perpendicularmente al río Bravo, en ambas márgenes.
De acuerdo a estas mediciones, los términos jurisdiccionales de Reynosa se enmarcaron en seis leguas por cada rumbo cardinal, a partir del centro de la plaza. A la villa se le asignó el ejido o dehesa, mientras que a la misión de indios se le asignaron poco más de tres leguas en cuadro, que en conjunto con las porciones, sumaron un total de 152 sitios de tierra de ganado menor y 608 caballerías.
Me congratula brindar a los lectores esta importante obra, de elaboración paciente y cuidadosa, de profunda búsqueda en múltiples fuentes documentales e iconográficas, muchas de ellas nunca antes referidas o publicadas, y apoyada en la interpretación rigurosa de las mismas, pero expuesta de manera clara, de tal modo que también tenga un valor didáctico que estimule el interés y el estudio, aunados a la participación creativa en la forja cotidiana de nuestra gran ciudad.
Quiero hacer un reconocimiento a quienes participaron en la compleja elaboración de este libro, y desear que sus páginas alienten el sentido de arraigo, pertenencia e identidad que el Ayuntamiento de Reynosa promueve para fortalecer la cultura local en el mosaico pluricultural de México.
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