Una mirada sucinta del devenir histórico y cultural de Reynosa, desde la antigüedad hasta el presente, basada en profesional investigación historiográfica con interesantes fotografías e inédita iconografía del valioso patrimonio cultural de esta gran ciudad, cuyo nombre se origina en el linaje de su pasado. Edición Especial Cultural Conmemorativa del R. Ayuntamiento a los 250 años de la Fundación del Nuevo Santander, hoy Tamaulipas.

Lic. Oscar Luebbert Gutiérrez

Me congratula brindar a los lectores esta importante obra, de elaboración paciente y cuidadosa, de profunda búsqueda en múltiples fuentes documentales e iconográficas, muchas de ellas nunca antes referidas o publicadas, y apoyada en la interpretación rigurosa de las mismas, pero expuesta de manera clara, de tal modo que también tenga un valor didáctico que estimule el interés y el estudio, aunados a la participación creativa en la forja cotidiana de nuestra gran ciudad. Quiero hacer un reconocimiento a quienes participaron en la compleja elaboración de este libro, y desear que sus páginas alienten el sentido de arraigo, pertenencia e identidad que el Ayuntamiento de Reynosa promueve para fortalecer la cultura local en el mosaico pluricultural de México.
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11. Traslado de la Villa a las
Lomas de San Antonio


Felix Maria Calleja del Rey

Situada la villa de Reynosa en la llanura aluvial, a los dos años de su fundación sufrió una inundación que la aisló durante dos meses; fenómeno que se repitió al siguiente año. Por tal motivo sus pobladores solicitaron a José de Escandón su traslado al paraje de El Desierto, una legua río arriba, pero no lo autorizó, al considerar que no existían evidencias definitivas de su mala ubicación y a cambio dispuso la construcción de un terraplén de dos varas de alto en la periferia de la población. Con otro criterio, los visitadores José Tienda de Cuervo y Agustín López de la Cámara Alta, sí consideraron en 1757 su remoción al paraje de Santa María de Las Lajas, que aunque jurisdicción de Camargo, se podrían permutar tierras. Este dictamen lo autorizó el rey de España el 29 de marzo de 1763 y el virrey marqués de Cruillas decretó su cumplimiento, pero al dilatarse el trámite y por la ausencia de nuevas inundaciones, ni los vecinos, ni las autoridades insistieron.

Plano propositivo para el traslado de Reynosa En la segunda mitad del siglo XVIII hubo cinco avenidas del río de diversa magnitud, especialmente una, que hizo a los vecinos refugiarse en las Lomas del Morillo, rogando al Señor Sacramentado y a San Juan Nepomuceno que salvara a la villa reducida a doce casas de adobe y cincuenta de paja, todas deterioradas. El río además se había acercado peligrosamente a la población; de estar a 500 varas, sólo distaba entonces 40. Ello hizo que el medio cabildo reactivara en 1794 la solicitud de traslado, a través de una representación que promovió el capitán José Francisco Ballí ante el gobernador de la provincia, Manuel de Escandón, quien la turnó al virrey José Miguel de Azanza. Conocido el asunto en México, se pidió el parecer del coronel Félix Calleja, alto funcionario militar del Noreste, quien corroboró la pésima situación de la villa de Reynosa.
Por su parte, los fiscales de Hacienda y de lo Civil de la Audiencia pidieron que se integrara mejor el expediente y solicitaron nueva información: un padrón general de población, noticias sobre las fincas existentes, detalles sobre la calidad de las tierras y sus siembras, información judicial de las inundaciones previas y datos sobre el sitio de San Antonio, mencionando como el lugar del probable traslado. Al cumplir estos requerimientos, el vecindario de Reynosa volvió a ratificar su petición.

Mapa Nueva Villa San Antonio de Reynosa Ya en tiempos del virrey Felipe Berenguer de Marquina, se ordenó agilizar el asunto del nuevo gobernador de la provincia, Francisco Ixart, insistiendo el fiscal de lo Civil que se completaran las diligencias, al no especificarse si había suficiente espacio en el lugar propuesto para el ejido del pueblo, pese a que el capitán Ballí aceptaba ceder el terreno necesario. El espacio faltante fue cedido por los herederos de Miguel de la Garza, Francisca de la Garza y Ramón Murguía. Solo José Antonio Cavazos y Garza pidió indemnización.
Esta vez el medio cabildo aseguró que en el nuevo sitio de la villa estaría más al centro de su jurisdicción, no debiendo considerarse ya al paraje de La Laja como opción para el traslado, según solicitó informes el fiscal.
Pero más allá de los trámites burocráticos, la naturaleza se impuso al ocurrir una gran inundación que borró del mapa a Reynosa el 4 de julio de 1802. Ante la gravedad de los hechos, el capitán Ballí se dio a la tarea del rescate y procedió a formalizar el nuevo asentamiento, solicitando permiso al Obispado de Linares para oficiar misas en las Lomas de San Antonio. Conocida la noticia, Calleja expuso no haber razón para preocuparse por el traslado, pues todas las tierras eran mercedes del rey y por tanto se podían hacer arreglos, debiendo prestarse atención a la ubicación de los lugares públicos. La Audiencia por su parte se limitó a ordenar que en la cimentación de la nueva villa se tomaran en cuenta las leyes de la Recopilación de Indias, e hizo una recomendación en favor del capitán Ballí.



Firma capitan Jose Francisco Balli